Capítulo 30: "Rumores"

Novela: "Maravilloso Desastre"
Capítulo 30: "Rumores"

Resoplé, deslizándome en mi asiento con un minuto de tiempo. Una vez que mi sistema hubo absorbido la adrenalina, la pesadez de mi coma pos cumpleaños se adueñó de todo mi cuerpo. Cande me dio un codazo cuando la clase acabó, y la seguí a la cafetería.

Agus se reunió con nosotras en la puerta; inmediatamente me di cuenta de que algo no iba bien.

—Can —dijo Agus, cogiéndola del brazo.

Peter corrió hasta donde estábamos nosotros y se llevó las manos a las caderas, resoplando hasta que recuperó el aliento.

—¿Acaso te persigue una turba de mujeres enfadadas? —dije para picarle.

Él negó con la cabeza.

—Intentaba pillarlas… antes de que… entraran —dijo él, jadeando.

—¿Qué pasa? —preguntó Cande a Agus.

—Hay un rumor —empezó a decir Agus—. Todo el mundo dice que Peter se llevó a Lali a casa y…, bueno, los detalles varían, pero en general la situación es bastante mala.

—¿Qué? ¿Lo dices en serio? —exclamé.

Cande puso los ojos en blanco.

—¿A quién le importa, Lali? La gente lleva especulando sobre Peter y tú desde hace semanas. No es la primera vez que alguien los acusa de acostarse.

Peter y Agus se miraron.

—¿Qué? —dije—. Hay algo más, ¿no?

Agus torció el gesto.

—Dicen que te acostaste con Gastón en casa de Brazil, y que luego dejaste que Peter… te llevara a casa…, ya me entiendes.

Me quedé boquiabierta.

—¡Genial! Entonces, ¿ahora soy la puta de la universidad?

La mirada de Peter se oscureció y sus mandíbulas se tensaron.

—Todo esto es culpa mía. Si se tratara de otra persona, no dirían esas cosas de ti. —dijo Peter

Entró en la cafetería, con los puños cerrados a ambos lados del cuerpo.

Candela y Agus entraron tras él.

—Esperemos que nadie sea tan estúpido como para mencionarle el asunto a Peter.

—O a Lali—añadió Agus.

Peter se acomodó a unos cuantos asientos de mí y se quedó meditando sobre su sándwich. Esperaba que me mirara para ofrecerle una sonrisa reconfortante. Peter tenía una reputación, pero yo había dejado que Gastón me llevara al pasillo.

Agus me dio un codazo, mientras yo seguía con la mirada fija en su primo.

—Simplemente se siente mal. Quizá intenta no alimentar el rumor.

—No tienes por qué sentarte ahí, Peter. Vamos, ven aquí —dije, dando unas palmaditas sobre la superficie vacía que tenía delante de mí.

—He oído que te lo pasaste genial en tu cumpleaños, Lali —dijo Chris Jenks, lanzando un trozo de lechuga al plato de Peter.

—No empieces, Jenks —le avisó Peter, con el ceño fruncido.

Chris sonrió, levantando sus mofletes redondos y rosáceos.

—He oído que Gastón está furioso. Dijo que pasó por tu apartamento ayer, y que Peter y tú seguían en la cama.

—Estaban durmiendo una siesta, Chris —replicó con desdén Cande.

Mis ojos se clavaron en Peter.

—¿Gastón fue al apartamento?

Se movió incómodo en su silla.

—Iba a decírtelo.

—¿Cuándo? —le solté yo.

Cande se acercó a mi oído.

—Gastón se enteró del rumor y fue a pedirte explicaciones. Intenté detenerlo, pero cruzó el pasillo y… se llevó una idea totalmente equivocada.

Planté los codos en la mesa y me tapé la cara con las manos.

—Esto se pone cada vez mejor.

—Entonces, ¿no llegaste a mayores? —preguntó Chris—. Joder, qué asco. La verdad es que pensaba que Lali era buena para ti, Peter.

—Será mejor que lo dejes ya, Chris —le avisó Agus.

—Si no piensas acostarte con ella, ¿te importa si lo hago yo? —dijo Chris, riéndose junto con sus compañeros de equipo.

Me ardía la cara por la vergüenza, pero entonces Cande me gritó al oído; Peter había dado un salto desde su asiento. Se lanzó por encima de la mesa, cogió a Chris por la garganta con una mano, y le agarró con el puño por la camiseta. Deslizó al chico por encima de la mesa, mientras se oía el ruido de docenas de sillas arrastrándose por el suelo de la gente que se levantaba para mirar. Peter le golpeaba una y otra vez en la cara, y su codo se elevaba en el aire antes de asestar cada golpe. Lo único que Chris podía hacer era taparse la cara con las manos.

Nadie tocó a Peter. Estaba fuera de control, y su reputación disuadía a cualquiera de entrometerse.

Los jugadores de fútbol americano se agachaban y ponían muecas de dolor mientras observaban cómo atacaban a su compañero sin piedad en el suelo de baldosas.

—¡Peter! —grité, mientras rodeaba la mesa.

Cuando estaba a punto de asestarle otro golpe, Peter detuvo su puño y, después, soltó la camiseta de

Chris y lo dejó caer al suelo. Jadeaba cuando se volvió a mirarme; nunca lo había visto con un aspecto tan aterrador. Tragué saliva y retrocedí un paso, cuando él me golpeó en el hombro al pasar junto a mí.

Di un paso para seguirlo, pero Cande me cogió del brazo. Agus le dio un beso rápido, y después siguió a su primo al exterior.

—Joder —susurró Cande.

Nos volvimos y vimos a los compañeros de Chris recogerlo del suelo; no pude evitar estremecerme al ver su cara roja e hinchada. Le sangraba la nariz, y Brazil le dio una servilleta de la mesa.

—¡Ese loco hijo de puta! —gruñó Chris, sentándose en la silla y tapándose la cara con la mano. Entonces me miró—. Lo siento, Lali, solo estaba bromeando.

No sabía qué responder. Nadie podía explicar qué había pasado más que él.

—Para que lo sepas, no se acostó con ninguno de los dos —dijo Cande.

—Nunca sabes cuándo cerrar el pico, Jenks —dijo Brazil, asqueado.

Cande me cogió del brazo.

—Venga, vámonos.

No perdió ni un minuto en meterme en su coche. Cuando lo puso en marcha, la cogí de la muñeca.

—¡Espera! ¿Adónde vamos?

—A casa de Agus. No quiero que esté a solas con Peter. ¿No lo has visto? Ese tío ha perdido totalmente el control.

—Bueno, ¡pues yo tampoco quiero estar cerca de él!

Cande me miró con incredulidad.

—Obviamente, le pasa algo. ¿No quieres saber qué es?

—Mi instinto de supervivencia prevalece sobre mi curiosidad en este punto, Can.

—Lo único que lo detuvo fue tu voz, Lali. Te escuchará. Tienes que hablar con él.

Suspiré y le solté la muñeca, dejándome caer sobre el respaldo de mi asiento.

—Está bien, vamos.

Fuimos hasta el aparcamiento, y Cande redujo la velocidad para detenerse entre el Charger de Agus y la Harley de Peter. Se encaminó hacia las escaleras, llevándose las manos a las caderas con un toque de su propio estilo dramático.

—¡Vamos, Lali! —gritó Cande, haciéndome gestos para que la siguiera.

Aunque dubitativa, finalmente la seguí, pero me detuve cuando vi a Agus correr escaleras abajo y decirle algo en voz baja a Cande al oído. Me miró, sacudió la cabeza y volvió a susurrarle algo.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Agus… —empezó a decir inquieta—, Agus cree que no es muy buena idea que entremos. Peter continúa bastante enfadado.

—Quieres decir que cree que yo no debería entrar —dije.

Cande se encogió de hombros tímidamente y después miró a Agus, que me tocó el hombro.

—No has hecho nada malo, Lali, pero… no quiere verte ahora mismo. —Si no he hecho nada malo, ¿por qué no quiere verme?

—No estoy seguro; no quiere decírmelo. Me parece que le avergüenza haber perdido los estribos delante de ti.

—¡Perdió los estribos delante de toda la cafetería! ¿Qué tengo que ver yo con eso?

—Más de lo que crees —dijo Agus, esquivando mi mirada.

Los miré durante un momento y después los empujé para abrirme paso escaleras arriba. Abrí las puertas de golpe, pero solo encontré un salón vacío. La puerta de la habitación de Peter estaba cerrada, así que llamé.

—¿Peter? Soy yo, abre.

—Lárgate, Paloma —gritó desde el otro lado de la puerta.

Me asomé y lo vi sentado en el filo de la cama, delante de la ventana. Toto le daba pataditas en la espalda, triste porque lo ignoraran.

—¿Qué te pasa, Peter? —pregunté.

No respondió, así que me quedé de pie a su lado, con los brazos cruzados. Su mandíbula se tensó, pero no con la expresión aterradora de la cafetería, sino que más bien parecía deberse a la tristeza. A una tristeza profunda y desesperada.

Continuará...

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