Novela: "Maravilloso Desastre"
Capítulo 39: "Actuar normal"
Me desperté
boca abajo, desnuda
y enrollada en
las sábanas de Peter
Lanzani. Mantuve los
ojos cerrados mientras sentía que me acariciaba la espalda y el brazo
con los dedos.
Soltó un largo y contenido suspiro al
exhalar y dijo en voz baja:
—Te quiero, Lali. Te voy a hacer feliz. Lo
juro.
La cama se hundió en el centro cuando él
cambió de posición; inmediatamente, noté sus labios en la espalda mientras me
iba besando lentamente. Me quedé quieta y, justo al llegar debajo de mi oreja,
se levantó y cruzó la habitación. Sus pisadas se alejaron lentamente por el pasillo,
y las tuberías silbaron por la presión del agua de la ducha.
Abrí los ojos, me erguí y me estiré. Me dolían
todos los músculos del cuerpo, incluso aquellos cuya existencia desconocía. Mientras
me sujetaba las sábanas a la altura del pecho, miré por la ventana y observé las
hojas amarillas y rojas que caían en espiral desde las ramas al suelo.
Su teléfono móvil vibró en alguna parte del
pavimento y, después de rebuscar entre la ropa tirada en el suelo, lo encontré
en el bolsillo de sus tejanos. La pantalla se iluminó con un número, sin nombre
asignado.
—¿Diga?
—Eh… ¿Está Peter? —preguntó una mujer.
—Está en la ducha, ¿quieres que le dé algún
mensaje?
—Sí, claro. Dile que Megan ha llamado,
¿vale?
Peter entró, atándose la toalla alrededor de
la cintura, y yo sonreí mientras le entregaba el teléfono:
—Es para ti —dije.
Me besó antes de mirar la pantalla y sacudió
la cabeza.
—¿Sí? Era mi novia. ¿Qué necesitas, Megan?
—Escuchó durante un momento y, entonces, sonrió—. Bueno, Paloma es especial,
qué quieres que te diga. —Después de una larga pausa, puso los ojos en blanco.
Podía imaginar qué estaba diciendo—. No seas zorra, Megan. Mira, será mejor que
no me llames más… Sí, encantado —dijo, mientras me miraba con ternura—. Sí, con
Lali. Lo digo en serio, Meg, no me llames más… Hasta otra.
Lanzó el teléfono a la cama y se sentó a mi
lado.
—Parecía bastante cabreada. ¿Te ha dicho
algo?
—No, solo ha preguntado por ti.
—He borrado los pocos números que tenía
en el teléfono,
pero imagino que
eso no impide
que me llamen a mí. Si no se
enteran por sí mismas, les pararé los pies.
Me miró expectante, y no pude evitar
sonreír. Nunca había visto ese lado suyo.
—Sabes que confío en ti, ¿no?
Apretó sus labios contra los míos.
—No te culparía si esperaras que me ganara
tu confianza.
—Tengo que meterme en la ducha. Ya me he
perdido una clase.
—¿Ves? Se nota que soy una buena influencia.
Me puse en pie y él tiró de la sábana.
—Claro, estoy segura —dije, enarcando una
ceja.
—Me refería a que asistió mucha gente, y
tienen un torneo de billar y bebidas baratas… ¿Te apetece ir?
—La verdad es que no… No me va el rollo de
disfrazarme. Nunca me ha ido.
—A mí tampoco, simplemente voy —dijo,
encogiéndose de hombros.
—¿Sigue en pie lo de ir a los bolos esta
noche? —dije, preguntándome si la invitación era solo para conseguir un tiempo
a solas conmigo, que ya no necesitaba.
—¡Joder, pues claro que sí! ¡Te voy a dar
una paliza!
Lo miré con los ojos entrecerrados.
—Esta vez no. Tengo un nuevo superpoder.
Se rio.
—¿Ah sí? ¿Cuál? ¿Ser malhablada?
Me agaché para darle un beso en el cuello
una vez, y después subí la lengua hasta su oreja y le besé el lóbulo. Se quedó
de piedra.
—La distracción —le susurré al oído.
Me cogió de los brazos y me tumbó boca
arriba.
—Creo que vas a perderte otra clase.
Después de conseguir convencerlo de salir
del apartamento con el tiempo suficiente para ir a clase de Historia, corrimos
al campus y
ocupamos nuestros asientos
justo antes de
que el profesor
Cheney empezara. Peter se puso su gorra de béisbol del revés y me plantó
un beso en los labios de manera que todos los alumnos de la clase pudieran
verlo.
De camino a la cafetería, me agarró por la
mano y entrelazamos los dedos. Parecía muy orgulloso de que fuéramos así
cogidos y anunciáramos al mundo que finalmente estábamos juntos. Pablo se fijó
en que íbamos de la mano y se quedó mirándonos con una sonrisita ridícula. No
fue el único: nuestra sencilla demostración de afecto generó miradas y
murmullos por parte de todo aquel que pasaba a nuestro lado.
En la puerta de la cafetería, Peter exhaló
el humo de la última calada de cigarrillo y me miró cuando se dio cuenta de mi
actitud vacilante. Cande y Agus ya estaban dentro, mientras que Pablo se había encendido
otro pitillo para dejarme entrar a solas con Peter. Tenía la certeza de que el
nivel de cotilleo había alcanzado nuevas cotas desde que Peter me había besado
delante de toda nuestra clase de Historia y temía el momento de entrar en la
cafetería. Sentía que era como salir a un escenario.
—¿Qué pasa, Paloma? —dijo él, apretándome la
mano.
—Todo el mundo nos mira.
Se llevó mi mano a la boca y me besó los
dedos.
—Ya se acostumbrarán. Esto es solo el
revuelo inicial. ¿Te acuerdas de cuando empezamos a salir juntos? La curiosidad
disminuyó después de un tiempo, cuando se acostumbraron a vernos. Venga, vamos —dijo
él, tirando de mí para cruzar la puerta.
Una de las razones que me habían llevado a
elegir la Universidad de Eastern era su modesto tamaño, pero el exagerado
interés por los escándalos que le era intrínseco a veces resultaba agotador.
Era una broma habitual: todo el mundo
era consciente de lo ridículo que llegaba a ser ese círculo vicioso de rumores,
y aun así todo el mundo participaba en él sin vergüenza alguna.
Nos sentamos en nuestros sitios habituales
para comer. Cande me lanzó una sonrisa cómplice. Charlaba conmigo como si todo
fuera normal, pero los jugadores de fútbol americano, que estaban sentados en
el otro extremo de la mesa, me miraban tan sorprendidos como si estuviera en
llamas.
Peter golpeó ligeramente la manzana que
tenía en el plato con su tenedor.
—¿Te la vas a comer, Paloma?
—No,
toda tuya, cariño.
—Las orejas me ardieron cuando Cande levantó bruscamente la cabeza para mirarme—.
Simplemente me ha salido así —dije, sacudiendo la cabeza.
Me volví a mirar a Peter, cuya expresión era
una mezcla de diversión y adoración.
Habíamos
intercambiado el término
unas cuantas veces
esa mañana, y no se
me había ocurrido
que era nuevo para los demás hasta que salió de mi boca.
—Bueno, ya se puede decir que habéis llegado
a ser repelentemente monos —dijo Cande, burlona.
Agus me dio unas palmaditas en el hombro.
—¿Te
quedas a dormir
esta noche? —me
preguntó, mientras acababa de masticar el pan—. Te prometo que no saldré
despotricando de mi habitación.
—Estabas defendiendo mi honor, Agus. Te
perdono —dije.
Peter dio un mordisco a la manzana. Nunca lo
había visto tan feliz. La paz de su mirada había vuelto y, aunque docenas de
personas observaban cada uno de nuestros movimientos, tenía la sensación de que
todo iba… bien.
Pensé en todas las veces que había insistido
en que estar con Peter era un error y en la cantidad de tiempo que había
desperdiciado luchando contra lo que sentía por él. Cuando lo veía sentado
delante de mí y me fijaba en sus tiernos ojos azules y en el trozo de fruta que
bailaba en su mejilla mientras lo masticaba, no conseguía recordar qué era lo
que tanto me preocupaba.
—Parece
asquerosamente feliz. ¿Quiere
eso decir que
por fin has
cedido, Lali? —dijo Chris,
al tiempo que daba codazos a sus compañeros de equipo.
—No eres muy listo, ¿verdad, Jenks? —dijo
Agus, con el ceño fruncido.
De inmediato, el rubor se adueñó de mis
mejillas, y miré a Peter, en cuyos ojos se leía una rabia asesina.
Mi incomodidad se volvió secundaria ante el
enfado de Peter, y sacudí la cabeza con desdén.
—Ignóralo, no vale la pena.
Después
de otro momento
de tensión, relajó
un poco los
hombros y asintió
una vez, al
tiempo que respiraba hondo.
Después de unos segundos, me guiñó un ojo. Le tendí la mano por encima de la
mesa y deslicé mis dedos entre los suyos.
—Decías en serio lo de anoche, ¿no?
Empezó a hablar, pero las risas de Chris
inundaron toda la cafetería.
—¡Cielo santo! No puedo creer que hayan
puesto una correa a Peter Lanzani.
—¿Decías en serio lo de que no querías que
cambiara? —me preguntó, apretándome la mano.
Miré a Chris, que seguía riéndose con sus
compañeros y, después, me volví hacia Peter.
—Absolutamente. A ver si consigues enseñarle
a ese gilipollas un poco de buena educación.
Continuará...
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Espero que les guste. Dejen sus lindos comentarios :)
Mi Twitter es: @Casijuegosca sigo a todos los que me siguen
Me llamo Cielo, si quieren llámenme por mi nombre besos a todos!
Chicas maratón 2/5 +10 cometarios y subo mas
Chicas maratón 2/5 +10 cometarios y subo mas
Me encanta!! Estos dos van a ser terribles juntos!! Más!!
ResponderBorrarMasss estos doss son dinamita juntos!
ResponderBorrarçque bueno que ya estan juntos! mee encanta como va la nove! segui asiiiii! @rochi_fig
ResponderBorrarMasss porfaaa
ResponderBorrarSube más caps porfaaa
ResponderBorrarAtte:
Mariana
masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderBorrarmasssssssssssssssssssssssss soy mara
ResponderBorrarMasss
ResponderBorrarSubí más capítulos dalee!
ResponderBorrarMas
ResponderBorrarMas
Mas
Mas
Mas
Más
!!
Quiero más novelaaa
ResponderBorrarmasss!
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