Novela: "Maravilloso Desastre"
Capítulo 40: "Defender lo mio"
Con
una sonrisa malévola,
se dirigió hacia el extremo
de la mesa,
donde estaba sentado
Chris. El silencio se extendió por el local, y Chris tuvo que tragarse
su propia risa.
—Oye, Peter, que solo estaba intentando
picarte un poco —dijo, mirándolo.
—Discúlpate con Paloma —dijo Peter,
fulminándolo desde arriba.
Chris me miró con una sonrisa nerviosa.
—Solo…, solo bromeaba, Lali. Lo siento.
Lo
observé enfurecida, mientras
levantaba la mirada
en busca de
la aprobación de
Peter. Cuando
Peter se alejó, Chris se rio por lo bajo y
después le susurró algo a Brazil. Se me desbocó el corazón cuando vi a Peter
detenerse en seco y cerrar los puños.
Brazil meneó la cabeza y soltó un suspiro de
exasperación.
—Chris, cuando despiertes, simplemente
procura recordar una cosa…, esto te lo has buscado tú solito.
Peter levantó la bandeja de Pablo de la
mesa, golpeó a Chris en la cara con ella, y lo tiró de la silla.
Chris intentó gatear hasta debajo de la
mesa, pero Peter lo sacó cogiéndolo por las piernas y empezó a atizarle. Chris
se hizo un ovillo y Peter le pateó la espalda.
Chris se arqueó y se volvió, apartando las
manos, lo que permitió a Peter asestarle varios puñetazos en la cara. La sangre
empezó a manar, y Peter se levantó sin resuello.
—Si alguna vez te atreves siquiera a mirar,
pedazo de mierda, te romperé la puta boca, ¿lo entiendes?
—gritó Peter.
Cuando dio una última patada a Chris en la
pierna, pegué un respingo.
Las trabajadoras de la cafetería se fueron a
toda prisa, asustadas por las manchas de sangre en el suelo.
—Lo siento —dijo Peter, limpiándose la
sangre de Chris de la mejilla.
Algunos
estudiantes se habían
levantado para ver
mejor; otros seguían
sentados, observando la escena
ligeramente divertidos. Los
miembros del equipo
de fútbol americano
se limitaban a
mirar el cuerpo inerte de Chris
en el suelo, mientras negaban con la cabeza.
Peter se dio media vuelta y Agus se quedó de
pie, cogiendo al mismo tiempo mi brazo y la mano de Cande para hacernos cruzar la
puerta detrás de su primo. Recorrimos la corta distancia que nos separaba de
Morgan Hall, y Cande y yo nos sentamos en los escalones de la entrada,
desde donde observamos a Peter caminar
de un lado a otro.
—¿Estás bien, Peter? —preguntó Agus.
—Dame… solo un minuto —dijo él, poniéndose
las manos justo debajo de las caderas.
Agus hundió las manos en los bolsillos.
—Me sorprende que hayas parado.
—Paloma me ha dicho que le enseñara un poco
de buena educación, Agus, no que lo matara. He necesitado toda mi voluntad para
detenerme cuando lo he hecho.
Cande se puso las grandes gafas de sol
cuadradas para levantar la mirada hacia Peter.
—De todos modos, ¿qué ha dicho Chris que te
hiciera saltar así?
—Algo que nunca más volverá a decir —dijo
Peter entre dientes.
Cande miró a Agus, que se encogió de
hombros.
—Yo no lo he oído.
Peter volvió a cerrar los puños.
—Tengo que volver a entrar.
Peter me miró y se esforzó por calmarse.
—Ha dicho que… todo el mundo piensa que
Paloma tiene…, joder, ni siquiera puedo decirlo.
—Dilo de una vez —murmuró Cande, mientras se
mordía las uñas.
Pablo caminaba detrás de Peter, claramente
encantado con tantas emociones.
—Todos los chicos heteros de Eastern quieren
tirársela porque ha conseguido domar al inalcanzable Peter Lanzani—soltó sin
más—. Eso es lo que están diciendo ahora mismo al menos.
Peter golpeó a Pablo con el hombro cuando
pasó a su lado de camino a la cafetería. Agus salió disparado tras él y lo
cogió del brazo. Me llevé las manos a la boca cuando Peter amagó con darle un puñetazo
y Agus se agachó. Clavé los ojos en Cande, que no parecía afectada, acostumbrada
como estaba a su rutina.
Solo se me ocurría una cosa para detenerlo.
Bajé a toda prisa los peldaños y corrí hacia él. Entonces, salté sobre Peter y
cerré las piernas alrededor de su cintura; él me agarró por los muslos,
mientras yo lo cogía por ambos lados de la cara y le daba un largo y profundo
beso en la boca. Pude notar cómo su ira se fundía mientras me besaba y, cuando
me aparté, supe que había ganado.
—Nos da igual lo que piensen, ¿recuerdas? No
puede empezar a importarnos ahora —dije, sonriendo confiada.
Tenía más influencia en él de la que jamás
había creído posible.
—No puedo dejar que hablen así de ti, Paloma
—insistió él con el ceño fruncido, mientras me volvía a dejar en el suelo.
Deslicé los brazos bajo los suyos y
entrelazamos los dedos a su espalda.
—¿Así? ¿Cómo? Piensan que soy especial
porque nunca antes habías sentado la cabeza. ¿Acaso no estás de acuerdo con
eso?
—Pues claro que sí, pero no puedo aguantar
la idea de que todos los chicos de la universidad quieran acostarse contigo sin
más. —Apoyó su frente contra la mía—. Esto me va a volver loco. Seguro.
—No dejes que te afecten sus comentarios,
Peter —dijo Agus—. No puedes pelearte con todo el mundo.
Peter suspiró.
—Todo el mundo… ¿Cómo te sentirías si todo
el mundo pensara eso de Cande?
—¿Y quién dice que no es así? —dijo Cande,
ofendida. Todos nos reímos, pero Cande torció el gesto—. No estaba bromeando.
Agus la consoló y la besó en la mejilla.
—Lo sé, nena. Pero renuncié a los celos hace
mucho; si no lo hubiera hecho, no tendría tiempo para hacer nada más.
Cande sonrió como muestra de gratitud y
entonces lo abrazó. Agus tenía una capacidad inigualable para hacer que todos
los que estaban a su alrededor se sintieran bien, sin duda, una consecuencia de
crecer con Peter y sus hermanos. Probablemente era más un mecanismo de defensa
que otra cosa.
Peter me acarició la oreja con la nariz, y
me reí hasta que vi a Gastón acercarse. Me inundó el mismo sentimiento de urgencia
que había tenido cuando Peter quería volver a la cafetería, e inmediatamente me
solté de Peter para recorrer rápidamente los tres metros aproximadamente que
nos separaban e interceptar a Gastón.
—Necesito hablar contigo —dijo él.
Me volví a mirar detrás de mí y, entonces,
dije que no con la cabeza como aviso.
—Este no es un buen momento, Gastón. De
hecho, es muy poco oportuno. Peter y Chris tuvieron un rifirrafe en la comida,
y él sigue muy sensible. Será mejor que lo dejes en paz.
Gastón miró fijamente a Peter y después
volvió a centrarse en mí, decidido.
—Acabo de oír lo que ha pasado en la
cafetería. Me parece que no eres consciente del berenjenal en el que te estás
metiendo. Peter es un mal bicho, Lali. Todo el mundo lo sabe. Nadie comenta lo
genial que es que lo hayas cambiado…, todo el mundo espera que haga lo que mejor
se le da. No sé qué te habrá dicho, pero ni te imaginas qué tipo de persona es.
Noté las manos de Peter sobre los hombros.
—Bueno, ¿y a qué esperas para decírselo?
Gastón se movió nervioso.
—¿Sabes a cuántas chicas humilladas he
llevado a casa después de que pasaran unas cuantas horas a solas en una
habitación con él en alguna fiesta? Te hará daño.
Peter tensó los dedos como reacción, y yo le
cogí la mano hasta que se relajó.
—Deberías irte, Gastón.
—Y tú deberías escucharme, La.
—No la llames así —gruñó Peter.
Gastón no apartó los ojos de mí.
—Estoy preocupado por ti.
—Te lo agradezco, pero no es necesario.
Gastón sacudió la cabeza.
—Te veía como un reto, Lali. Ha conseguido
hacerte pensar que eres diferente de las otras chicas para poder echarte mano.
Pero acabará cansándose de ti. Tiene una capacidad de atención propia de un niño
pequeño.
Peter se puso delante de mí, tan cerca de Gastón
que sus narices casi se tocaban.
—Te he dejado hablar, pero se me ha agotado
la paciencia.
Gastón intentó mirarme, pero Peter se
inclinó en su dirección.
—Que no la mires, joder. Mírame a mí, pedazo
de mierda. —Gastón miró fijamente a Peter a los ojos y esperó—. Como se te ocurra tan solo respirar en su
dirección, me aseguraré de que llegues cojeando a la Facultad de Medicina.
Gastón retrocedió unos pasos hasta que pude
verlo.
—Pensaba que eras más lista —dijo él,
meneando la cabeza antes de girarse en redondo e irse.
Peter observó cómo se marchaba, y entonces
sus ojos buscaron los míos.
—Sabes que no ha dicho más que gilipolleces,
¿no? Nada de eso es verdad.
—Estoy segura de que es lo que piensa todo
el mundo —dije, dándome cuenta del interés que despertábamos en quienes pasaban
a nuestro lado.
—Entonces les demostraré que se equivocan.
Durante la semana siguiente, Peter se tomó
su promesa muy en serio. Ya no seguía la corriente a las chicas que lo paraban
entre una y otra clase y, a veces, incluso era grosero. Cuando llegamos a la
fiesta de Halloween del Red, estaba un poco preocupada por cómo mantener
alejados a los compañeros ebrios.
Cande, Pablo y yo estábamos sentados en una
mesa cercana, observando a Agus y a Peter jugar al billar contra dos de sus
hermanos Sig Tau.
—¡Vamos, cariño! —gritó Cande, levantándose
sobre los peldaños de su taburete.
Agus le guiñó el ojo, y entonces tiró y
metió la bola en el agujero más alejado de la derecha.
—¡Bieeeen! —chilló ella.
Un trío de mujeres vestidas como los Ángeles
de Charlie se acercaron a Peter, que estaba esperando su turno, y yo sonreí,
mientras él hacía todo lo posible por ignorarlas. Cuando una de ellas le
acarició el brazo siguiendo la línea de uno de sus tatuajes, Peter se apartó.
Cuando le tocó lanzar, la echó y ella se fue haciendo pucheros con sus amigas.
—¿Te das cuenta de lo ridículas que son?
Esas chicas no tienen vergüenza ni la conocen —dijo Cande.
Pablo sacudió la cabeza con asombro.
—Es Peter. Supongo que es el rollo del chico
malo. O bien quieren salvarlo
o creen que
son inmunes a sus modos. No estoy seguro de por qué opción decantarme.
—Probablemente por ambas —dije riéndome y
burlándome de las chicas que esperaban a que Peter les prestara algo de
atención.
—¿Te imaginas tener que esperar a ser la
elegida? ¿Saber que te van a usar para el sexo?
—Problemas con papá —dijo Cande, dando un
trago a su bebida.
Pablo apagó el cigarrillo y nos tiró de los
vestidos.
—¡Vamos, chicas! ¡El Pablo quiere bailar!
—Te acompaño solo si me prometes no volver a
llamarte a ti mismo así —dijo Cande.
Pablo se mordió el labio inferior, y Cande
sonrió.
—Venga, Lali. No querrás hacerme llorar,
¿verdad?
Nos unimos a los policías y vampiros que
estaban en la pista de baile, y Pablo empezó a mostrar su repertorio de pasos a
lo Justin Timberlake. Lancé una mirada a Peter por encima del hombro y lo pillé
mirándome
desde la esquina por el rabillo del ojo, mientras fingía observar a Agus
meter la bola número ocho que le daba la partida. Agus recogió sus ganancias, y
Peter se dirigió a la larga mesa, grande y baja, que estaba junto a la pista de
baile, cogiendo una bebida de camino. Pablo se meneaba sin sentido en la pista
de baile y, finalmente, se colocó entre Cande y yo. Peter puso los ojos en
blanco, riéndose mientras volvía a nuestra mesa con Agus.
—Voy a por otra copa, ¿queréis algo? —gritó
Cande por encima de la música.
—Iré contigo —dije, mientras miraba a Pablo
y señalaba hacia la barra.
Pablo sacudió la
cabeza y siguió
bailando. Cande y yo
nos abrimos paso entre
la multitud. Los camareros estaban desbordados, así que
nos preparamos para una larga espera.
—Los chicos están haciendo una masacre esta
noche —dijo Cande.
Me acerqué a su oído.
—Nunca entenderé por qué alguien apuesta
contra Agus.
—Por la misma razón que lo hacen contra
Peter. Son idiotas —sonrió ella.
Continuará...
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Espero que les guste. Dejen sus lindos comentarios :)
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Me llamo Cielo, si quieren llámenme por mi nombre besos a todos!
Chicas maratón 3/5 +10 cometarios y subo mas
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masss!
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ResponderBorrarAmo a peter cuida
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ResponderBorrarPeter <3
ResponderBorrarLaliter
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ResponderBorrardaleeee otrooooo
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