Novelita Laliter

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sábado, 21 de septiembre de 2013

Capitulo 41: "Celos"


Novela: "Maravilloso Desastre"
Capítulo 41:"Celos"
Un hombre vestido con toga se apoyó en la barra al lado de Candela y sonrió.
—Señoritas, ¿qué van a beber esta noche?
—Nos pagamos nuestras propias copas, gracias —dijo Cande, mirando hacia delante.
—Soy Mike —dijo él, y después señaló a su amigo—: Este es Logan.
Sonreí educadamente y miré a Cande, que puso su mejor cara de «largaos de aquí». La camarera nos preguntó qué queríamos y después asintió a los hombres que estaban detrás de nosotras, que se peleaban por hacerse cargo del pedido de Cande. Trajo un vaso cuadrado lleno de un líquido rosa y espumoso, y tres cervezas. Mike le entregó el dinero y ella asintió.
—Esto es alucinante —dijo Mike, mirando a la multitud.
—Sí —respondió Cande molesta.
—Te he visto bailando antes —me dijo Logan, señalando la pista de baile—. Estabas genial.
—Eh…, gracias —dije, intentando ser educada, pero consciente de que Peter estaba a unos pocos metros.
—¿Quieres bailar? —me preguntó él.
—No, gracias. Estoy aquí con mi…
—Novio —dijo Peter, apareciendo de la nada.
Lanzó una mirada asesina a los hombres que estaban delante de nosotros, y estos se alejaron un poco, claramente intimidados.
Cande no pudo contener su sonrisa petulante cuando Agus la rodeó con el brazo. Peter señaló el otro lado del local.
—Largo, ¿qué esperan?
Los hombres nos miraron a Cande y a mí, y después dieron unos cuantos pasos hacia atrás antes de refugiarse en la seguridad de la multitud.
Agus besó a Cande.
—¡No puedo llevarte a ningún sitio!
Ella soltó una risita tonta y yo sonreí a Peter, que me miraba furibundo.
—¿Qué pasa?
—¿Por qué les dejaron que les pagaran las bebidas?
Cande se soltó de Agus, reparando en el mal humor de Peter.
—No les hemos dejado, Peter. Yo misma les dije que no lo hicieran.
Peter me cogió la botella que sujetaba en la mano.
—Entonces, ¿qué es esto?
—¿Lo dices en serio? —pregunté.
—Sí, lo digo muy en serio —dijo mientras tiraba la cerveza a la papelera que había junto a la barra—. Te lo he dicho cien veces… no puedes aceptar bebidas de cualquier tío. ¿Y si te han echado algo?
Candela levantó su bebida.
—No hemos perdido de vista las bebidas en ningún momento. Te estás pasando.
—No estoy hablando contigo —dijo Peter, mirándome fijamente a los ojos.
—¡Oye! —dije, enfadada—. No le hables así.
—Peter —le avisó Agus—, déjalo ya.


—No me gusta que aceptes que otros tíos te inviten a copas —dijo Peter.
Levanté una ceja.
—¿Intentas iniciar una pelea?
—¿Te gustaría llegar a la barra y verme compartir alguna copa con una chica?
Asentí una vez.
—Está bien. Ahora ignoras a todas las mujeres. Lo pillo. Debería hacer el mismo esfuerzo.
—Eso estaría bien —dijo, intentando claramente controlar su carácter.
Resultaba un poco desconcertante estar en el lado malo de su ira. Los ojos le brillaban todavía de rabia, y un ansia innata de contraatacar se apoderó de mí.
—Vas a tener que controlar ese rollo del novio celoso, Peter, no he hecho nada malo.
Peter me lanzó una mirada de incredulidad.
—¡Pero si he llegado aquí y me he encontrado con que un tío te estaba invitando a una copa!
—¡No le grites! —dijo Cande.
Agus apoyó la mano en el hombro de Peter.
—Todos hemos bebido mucho. Salgamos de aquí.
En esta ocasión, la habitual influencia calmante de Agus había perdido su efecto en Peter, y me agobió que su rabieta hubiera acabado con nuestra noche.
—Tengo que avisar a Pablo de que nos vamos —gruñí, dejando atrás a Peter de camino a la pista de baile.
Una mano cálida me rodeó la muñeca. Me giré en redondo y vi a Peter agarrándome sin ningún tipo de arrepentimiento.
—Iré contigo.
Retorcí el brazo para librarme de su sujeción.
—Soy totalmente capaz de caminar unos pocos metros yo sola, Peter. ¿Qué problema tienes?
Vislumbré a Pablo en el centro y me abrí paso a empujones hasta él.
—¡Nos vamos!
—¿Qué? —gritó Pablo por encima de la música.
—¡Peter está de un humor de perros! ¡Nos vamos!
Pablo puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza, a la vez que me decía adiós con la mano mientras me alejaba de la pista de baile. Justo cuando había localizado a Cande y a Agus, un  hombre disfrazado de pirata tiró de mí hacia atrás.
—¿Adónde crees que vas? —sonrió él, mientras chocaba contra mí.
Me reí y sacudí la cabeza por la mueca que estaba poniendo. Cuando ya me iba, me cogió el brazo. No tardé mucho en darme cuenta de que no me estaba cogiendo sin más, sino para buscar protección.
—¡Eh! —gritó él, mirando más allá de mí con los ojos como platos.
Peter le impedía llegar a la pista de baile y lanzó un puñetazo directamente a la cara del pirata. La fuerza del impacto nos envió a ambos al suelo. Con las palmas de la mano sobre el pavimento de madera, parpadeé asombrada y sin creer lo que pasaba. Cuando sentí algo cálido y húmedo en la mano, me volví y retrocedí. Estaba cubierta de la sangre de la nariz del hombre. Se tapaba la mano con la cara, pero el brillante líquido rojo le caía por el antebrazo mientras se retorcía de dolor en el suelo.
Peter se apresuró a recogerme, parecía tan conmocionado como yo:
—¡Oh, mierda! ¿Estás bien, Paloma?
Cuando me puse de pie, me solté el brazo que me estaba cogiendo.

—¿Te has vuelto loco?
Cande me cogió de la muñeca y tiró de mí entre la multitud hasta llegar al aparcamiento. Agus abrió las puertas y, cuando me acomodé en el asiento, Peter se volvió hacia mí.
—Lo siento, Paloma. No sabía que te estaba agarrando.
—¡Tu puño ha pasado a escasos centímetros de mi cara! —dije, cogiendo la toalla manchada de grasa que Agus me había lanzado. Asqueada, me sequé la sangre de la mano.
La seriedad de la situación me ensombreció el gesto, mientras él ponía expresión de sufrimiento.
—No me habría vuelto a pegarle un puñetazo si hubiera sabido que podía darte. Lo sabes, ¿no?
—Cállate, Peter. De verdad, será mejor que te calles —dije, con la mirada fija en la parte posterior de la cabeza de Agus.
—Paloma… —empezó a decir Peter.
Agus golpeó el volante con la parte inferior de la palma de la mano.
—¡Cierra el pico, Peter! Ya has dicho que lo sientes, ¡ahora cierra la puta boca!
Llegamos a casa en el más absoluto silencio. Agus echó hacia delante su asiento para dejarme salir del coche y miré a Cande, que asintió comprendiendo lo que le pedía.
Dio un beso de buenas noches a su novio.
—Nos vemos mañana, cariño.
Agus asintió resignado y la besó.
—Te quiero.
Pasé por delante de Peter para llegar al Honda de Cande, y él corrió hasta mi lado.
—Venga, no te vayas enfadada.
—No te preocupes, no me voy enfadada, sino furiosa.
—Necesita algo de tiempo para que la cosa se enfríe, Peter —le avisó Cande, cerrando la puerta.
Cuando la puerta del acompañante se abrió de golpe, Peter la sujetó y se apoyó contra ella.
—No te vayas, Paloma. Sé que me he pasado.
Levanté la mano y mostré los restos de sangre seca en la palma.
—Avísame cuando madures.
Se apoyó en la puerta con la cadera.
—No puedes irte.
Levanté una ceja, y Agus corrió rodeando el coche tras nosotras.
—Peter, estás borracho. Estás a punto de cometer un enorme error. Deja que se vaya a casa, relájate… Podéis hablar mañana cuando estés sobrio.
La expresión de Peter se volvió desesperada.
—No puede irse —dijo él, mirándome fijamente a los ojos.
—Esto no va a funcionar, Peter —dije tirando de la puerta—. ¡Apártate!
—¿Qué quieres decir con que no va a funcionar? —preguntó Peter, cogiéndome del brazo.
—Me refiero a tu cara de tristeza. No voy a picar —dije soltándome.
Agus observó a Peter durante un momento y, entonces, se volvió hacia mí.
—Lali…, este es el momento del que hablaba. Quizá deberías…
—No te metas, Agus —le espetó Cande, mientras ponía el coche en marcha.
—Voy a hacer una gilipollez. Voy a hacer muchas gilipolleces, Paloma, pero tienes que perdonarme.

—¡Mañana tendré un enorme moratón en el culo! Pegaste a ese chico porque estabas cabreado conmigo. ¿Qué quieres que piense? ¡Porque ahora mismo veo banderas rojas por todas partes!
—Nunca he pegado a una chica en mi vida —dijo él, sorprendido por mis palabras.
—¡Y no estoy dispuesta a ser la primera! —añadí, tirando de la puerta—. ¡Apártate, joder!
Peter asintió y después dio un paso atrás. Me senté al lado de Cande y cerré de un golpe la puerta.
Echó marcha atrás, y Peter se inclinó a mirarme a por la ventanilla.
—¿Me llamarás mañana, verdad? —suplicó, con la mano en el parabrisas.

—Vámonos ya, Can —dije, negándome a mirarlo a los ojos.

Continuará...
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Me llamo Cielo, si quieren llámenme por mi nombre besos a todos!

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15 comentarios:

  1. pobre peter no puede controlar su temperamento :/ subi mas! esta mui buena la novela

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  2. Nooo porque se pelean nooo

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  3. que no se peleen tan rapidoooooooo

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  4. Amo tu novelaaa besos desde venezuela

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  5. No podía durar tanto la felicidad!! Espero que se solucione pronto!

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