Capítulo 61:"Aun te amo"

Novela: "Maravilloso Desastre"
Capítulo 61:"Aun te amo"

Pablo sacudió la cabeza cuando me senté en la silla al lado de la suya. Sabía que mi aspecto era horrible; apenas tenía energía para cambiarme de ropa y cepillarme los dientes. Solo había dormido una hora la noche  anterior,  incapaz  de  olvidarme  del  pintalabios  rojo  en  la  boca  de  Peter  o  de  la  culpa  por  la ruptura de Agus y Cande.

Cande decidió quedarse en la cama, consciente de que una vez que se le calmara el enfado llegaría el  turno  de  la  depresión.  Quería  a  Agus y,  por  muy  determinada  que  estuviera  en  acabar  las  cosas porque  él  se  había  posicionado  en  el  bando  equivocado,  tenía  que  preparase  para  sufrir  las consecuencias de su decisión.

Después de clase, Pablo me acompañó a la cafetería. Como temía, Agus esperaba a Cande en la puerta. Cuando me vio, no dudó.

—¿Dónde está Can?

—No ha ido a clase esta mañana.

—¿Está en su habitación? —dijo él, volviéndose hacia Morgan.

—Lo siento, Agus—le grité.

Él se detuvo y se dio media vuelta, con la cara de un hombre que había llegado a su límite.

—¡Me gustaría que Peter y tú pudieran arreglar toda su  mierda! ¡Son un maldito tornado! Cuando están felices, todo es amor, paz y mariposas. Pero, cuando están cabreados, ¡les da igual si arrasan con todo el jodido mundo!

Se alejó hecho una furia y yo solté el aliento que estaba conteniendo.

—Pues sí que ha ido bien.

Pablo me empujó dentro de la cafetería.

—Con todo el mundo. Guau. ¿Crees que podrías hacer tu magia negra antes del examen del viernes?

—Veré qué puedo hacer.

Pablo eligió una mesa diferente, y me alegró seguirlo hasta allí. Peter se sentó con sus hermanos de la fraternidad, pero no cogió una bandeja y no se quedó mucho. Me vio cuando se iba, pero no se detuvo.

—Entonces, Cande y Agus han roto también, ¿eh? —preguntó Pablo mientras masticaba.

—Estábamos en casa de Agus ayer por la noche y Peter llegó a casa con Megan y…  la cosa se complicó. Cada uno se posicionó en un bando.

—¡Ay!

—Exactamente. Me siento fatal.

Pablo me dio unas palmaditas en la espalda.

—No puedes controlar las decisiones que toman, Lali. ¿Supongo que eso significa que nos saltamos aquello de San Valentín en Sig Tau?

—Eso parece.

Pablo sonrió.

—Aun así te invitaré a salir. Las invitaré a Can y a ti. Será divertido.

Me apoyé en su hombro.

—Eres el mejor, Pablo.

No había pensado en San Valentín, pero me encantaba tener planes. No podía imaginarme lo mal que me sentiría si lo pasaba a solas con Cande, oyéndola despotricar contra Agus y Peter durante toda la noche. Estaba segura de que eso es lo que haría (no sería Cande si no lo fuera), pero al menos, si estábamos en público, sería una invectiva limitada.

Las semanas de enero pasaron y, después de un encomiable pero fallido intento de Agus por recuperar  a  Cande, vi  cada  vez menos a ambos  primos. En febrero, de repente, dejaron  de  ir  a  la cafetería, y solo vi a Peter un puñado de veces de camino a clase.

La semana del día de San Valentín, Cande y Pablo me invitaron a ir al  Red,  y, durante todo el trayecto hasta el club, temí encontrarme a Peter allí. Entramos y suspiré con alivio al no ver ni rastro de él allí.

—Yo  pago  las  primeras  rondas—dijo Pablo,  mientras  señalaba  una  mesa  y  se  abría  paso  entre  la multitud del bar.

Nos  sentamos  y  observamos  cómo  la  pista  de  baile  pasó  de  estar  vacía  a  rebosar  de  estudiantes universitarios borrachos. Después de la quinta ronda, Pablo nos llevó a la pista de baile, y finalmente me sentí lo suficientemente relajada como para pasar un buen rato. Bromeamos y nos chocamos unos contra otros,  riéndonos  histéricos  cuando  un  hombre  dio  una  vuelta  a  su  compañera  de  baile,  esta  se  soltó  y acabó en el suelo.

Cande levantó las manos y movió los rizos al ritmo de la música. Me reí de su característica cara de baile y, entonces, me detuve abruptamente cuando Agus apareció detrás de ella. Le susurró algo al oído y ella se dio media vuelta. Cruzaron unas palabras y, entonces, Cande me cogió de la mano y me llevó a nuestra mesa.

—Por supuesto, la única noche que salimos y él aparece —gruñó ella.

Pablo nos trajo dos copas más, con un chupito para cada una.

—Pensé que los necesitarían.

—Y tenías razón.

Cande se lo bebió echando la cabeza hacia atrás antes de que pudiéramos brindar, y yo sacudí la

cabeza antes de chocar mi vaso con el de Pablo. Intenté no apartar la mirada de las caras de mis amigos, temiendo que, si Agus estaba allí, Peter no anduviera muy lejos.

Otra canción empezó a sonar por los altavoces y Cande se levantó.

—A la mierda, no me voy a quedar sentada en esta mesa el resto de la noche.

—¡Esa es mi chica! —dijo Pablo, siguiéndola a la pista de baile con una sonrisa.

Los seguí, mirando a mi alrededor en busca de Agus. Había desaparecido. Volví a relajarme e intenté librarme de la sensación de que Peter aparecería en la pista de baile con Megan. Un chico que había visto por el campus bailaba detrás de Cande, y ella sonrió, agradecida por la distracción. Tenía la  sospecha  de  que  estaba  exagerando  lo  mucho  que  se  estaba  divirtiendo, con la esperanza de que Agus la viera. Aparté la mirada un segundo y, cuando volví a mirar a Cande, su compañero de baile había desaparecido.

Ella se encogió de hombros y siguió sacudiendo las caderas al ritmo de la música.

La  siguiente  canción  empezó  a  sonar  y  un  chico  diferente  apareció  detrás  de Cande,  mientras  su amigo se ponía a bailar a mi lado.

Un momento después, mi nuevo compañero de baile se puso detrás de mí, y me sentí un poco insegura  cuando  noté  sus  manos  en  mis  caderas.  Como  si  me  hubiera  leído  la mente,  quitó  las  manos  de  mi  cintura. Miré  detrás  de  mí  y  vi  que  se  había  ido. Miré  a Cande, y el hombre que estaba detrás de ella tampoco estaba.

Pablo parecía  un  poco  nervioso,  pero,  cuando Cande levantó  una  ceja  al  ver  su  expresión,  él sacudió la cabeza y siguió bailando.

A la tercera canción, estaba sudando y cansada. Me retiré a nuestra mesa, apoyé la cabeza en la mano y me reí al ver que otro aspirante sacaba a Cande a bailar. Ella me guiñó un ojo desde la pista de baile, y, de repente, me tensé cuando vi que tiraban de él hacia atrás y que desaparecía entre la multitud.

Me  levanté  y  rodeé  la  pista  de  baile,  sin  perder  de  vista  el  agujero  por  el  que  habían  tirado  de  él; cuando vi a Agus cogiendo por el cuello de la camisa al sorprendido chico, sentí que la adrenalina me hervía entre el alcohol de mis venas. Peter estaba a su lado, riéndose histérico hasta que levantó la vista y me descubrió observándolos. Dio un golpe a Agus en el brazo y, cuando este miró hacia mí, volvió a empujar a su víctima a la pista.

No tardé mucho en deducir qué había estado pasando: habían ido sacando de la pista a los chicos que se acercaban a bailar con nosotras y los habían amenazado para que permanecieran alejados de nosotras.

Los  miré  a  ambos  con  el  ceño  fruncido  y  me  abrí  paso  hacia  Cande.  La  muchedumbre  apenas dejaba  huecos  y  tuve  que  empujar  a  unas  cuantas  personas  para  que  se  apartaran.  Agus  me  cogió  la mano antes de que pudiera llegar a la pista de baile.

— ¡No se lo digas! —dijo él, intentando ocultar su sonrisa.

— ¿Qué demonios te crees que estás haciendo, Agus?

Él se encogió de hombros, aún orgulloso de sí mismo.

—La amo. No puedo permitir que otros tíos bailen con ella.

— ¿Y esa es tu excusa para espantar al chico que estaba bailando conmigo?—dije, cruzándome de brazos.

—No he sido yo —replicó Agus, echando una rápida mirada a Peter.

—Lo siento, Lali. Solo nos estábamos divirtiendo.

—Pues no tiene ninguna gracia.

— ¿Qué es lo que no tiene ninguna gracia? —dijo Cande, fulminando a Agus con la mirada.

Él tragó saliva y me lanzó una mirada de súplica. Le debía una, así que mantuve la boca cerrada.

Agus lanzó un suspiro de alivio cuando se dio cuenta de que no iba a delatarlo, y miró a Cande con dulce adoración.

—¿Quieres bailar?

—No, no quiero bailar —dijo ella, volviendo hacia la mesa.

La siguió y nos dejó a Peter y a mí solos, de pie.

Peter se encogió de hombros.

— ¿Quieres bailar?

— ¿Y eso? ¿Megan no está aquí? —Él sacudió la cabeza.

—Solías ser muy dulce cuando estabas borracha.

—Pues me alegra decepcionarte —dije, volviéndome hacia el bar.

Me siguió y echó a dos tipos de sus asientos. Lo fulminé con la mirada, pero él me ignoró, se sentó y se quedó observándome expectante.

—¿No te sientas? Te invito a una cerveza.

—Pensaba que no pagabas las copas a ninguna chica en los bares.

Me hizo un gesto con la cabeza, impaciente.

—Estás diferente.

—Sí, no dejas de decirlo.

—Vamos, Paloma. ¿Dónde quedó eso de que fuéramos amigos?

—No podemos ser amigos, Peter. Está claro.

—¿Por qué no?

—Porque no quiero ver cómo te tiras a una chica diferente cada noche, y, mientras, tú no dejas que nadie baile conmigo.

Él sonrió.

—Te amo. No puedo permitir que otros chicos bailen contigo.

—¿Ah, sí? ¿Y cuánto me querías cuando compraste esa caja de condones?

Peter hizo un gesto de disgusto y yo me levanté para volver a la mesa.

Agus y Cande estaban fundidos uno en brazos del otro, montando una escena mientras se besaban apasionadamente.

—Me parece que lo de ir a la fiesta de citas de San Valentín de Sig Tau vuelve a estar en pie —dijo Pablo frunciendo el ceño.

Suspiré.

—Mierda.

Continuará...

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